¿Existe la juventud eterna?

Recuperar la agilidad y la fuerza en los huesos, sentir los músculos firmes y una piel tersa y suave. En definitiva, mantener cada cosa «en su sitio». Y todo gracias a una hormona, la del crecimiento (GH por sus siglas en inglés).

Algunas clínicas privadas de tratamiento antiedad o las páginas de países extranjeros colgadas en la red hacen su agosto con ventas fraudulentas de una «fuente de juventud» que no existe. Porque esta sustancia no es, ni mucho menos, la panacea contra el envejecimiento, como nos comenta la directora del centro de estética Cocoon.

Un nuevo estudio realizado en Estados Unidos echa por tierra la idea de que dicha proteína de la glándula pituitaria, ubicada en la base del cerebro, sea esa fórmula mágica en la lucha contra el paso del tiempo. Lo tenía todo, además, como gusta en el país estadounidense. Ser joven siempre, pagando, claro, pero sin más esfuerzo que el de tomar un medicamento. Pero, le pese a quien le pese, lo cierto es que no es así.

En la investigación, «Seguridad y Eficacia de la Hormona del Crecimiento en Personas Sanas de Edad Avanzada», que se publica en la última edición de «Annals of Internal Medicine», el científico Hau Liu de la Universidad de Stanford admite que «la hormona del crecimiento se ha vendido como terapia antienvejecimiento», pero a la luz de su publicación apunta que «a partir de las evidencias que tenemos, no podemos recomendar el uso de la hormona del crecimiento para este tipo de usos en las personas sanas de edad avanzada».

Entre sus advertencias, Liu recuerda que «se asocia con un riesgo elevado de sufrir episodios adversos». La retención de líquidos, la aparición de edemas, el dolor articular o la diabetes son algunos de ellos. Por no mencionar el denominado síndrome del túnel carpiano, o lo que es lo mismo, calambres en las manos que aparecen cuando falla el nervio mediano (encargado de llevar y traer información sensitiva y motora de una parte del antebrazo y de la mano).

Además, en el caso concreto de los hombres, éstos pueden sufrir lo que se denomina ginecomastia, es decir, un desarrollo anormal del pecho. Sin embargo, y a pesar de la gravedad de estos efectos secundarios, el gran miedo que se cierne sobre este uso descontrolado de esta hormona tiene que ver con la duda que existe de que, en aquellas personas que tienen o han tenido un tumor en algún momento de su vida y se les administra GH, el cáncer pueda desarrollarse aún más.

Todos estos motivos se han convertido en una justificación más que suficiente para que el exhaustivo informe estadounidense no recomiende que se prescriba dicha hormona en estos tratamientos contra el paso del tiempo. Sin embargo, no todo son negativas para esta proteína. Beneficios aporta, y muchos, si su administración se lleva a cabo de una manera adecuada y sin abusar, claro está, de las dosis recomendadas por los especialistas. Porque la GH utilizada bajo un buen control médico es aconsejable para mejorar determinados trastornos. De hecho, en nuestro país sólo está autorizada su aplicación en casos muy específicos.

El año pasado se promovió una ley en la que se especifica que sólo las farmacias hospitalarias pueden dispensarla, por lo que, si nos ceñimos a esta ley, en principio no debería haber ningún problema, es segura. Y es que la GH ayuda a regular el crecimiento durante la edad de la infancia y el metabolismo en las personas adultas, además de incrementar la masa muscular a través de la creación de nuevas células de los músculos y de estimular el sistema inmune. De ahí que la Agencia de Alimentación y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) haya aprobado su uso.

En lo que se refiere a los niños la hormona se inyecta cuando éstos sufren un déficit de esta sustancia (algo que, según datos del Ministerio de Sanidad, se da en tres de cada 100.000 niños). También es aplicable si padecen un síndrome genético como por ejemplo el Síndrome de Prader Willi, en casos de insuficiencia renal crónica o bien en situaciones de retraso del crecimiento intrauterino.

Aunque a simple vista parece que es a los menores a los que se les suele administrar con una mayor frecuencia debido a este déficit, lo cierto es que la prevalencia asciende en el terreno de los adultos, hasta alcanzar a uno de cada 10.000 españoles. La diferencia es que «en su caso esta hormona ya no sirve para crecer, sino para mantener el peso correcto y una buena masa muscular, y evitar problemas cardiovasculares